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Dos equipos húngaros al inicio del viaje

Dos equipos húngaros al inicio del viaje

En sus dos primeras comparecencias europeas, temporadas 1956/57 y 64/65, el Athletic Club se enfrentó…

En sus dos primeras comparecencias europeas, temporadas 1956/57 y 64/65, el Athletic Club se enfrentó a dos legendarios equipos húngaros, el Honvéd y el Feréncvaros, ambos de la ciudad de Budapest. En aquella época, durante las décadas de los 50 y de los 60, el fútbol húngaro era uno de los más fuertes y prestigiosos de Europa. La selección del país, conocida como “El equipo de oro”, “Los magiares mágicos” o “Los magiares poderosos”, maravillaba en el viejo continente y llegó a la final del Mundial de 1954 siendo la máxima favorita al título. Sin embargo, en el así llamado “Milagro de Berna”, la escuadra de la Alemania Federal, que precisamente había caído en primera ronda por 8-3 frente a los mismos magiares, derrotó contra todo pronóstico a los húngaros por 3-2. De la misma manera que no debería caer en el olvido la gloria de aquel combinado nacional, resulta oportuno acordarse de estos dos equipos junto a los que nos bautizamos en competiciones europeas.

Honvéd

Dos años después de aquella final del Mundial, en 1956, seis de los futbolistas de aquel equipo subcampeón que militaban en el Honvéd se enfrentaron al Athletic Club en los octavos de final de la Copa de Europa, actual Champions League. En aquel entonces, el sobrenombre del Honvéd era nada más y menos que el de “Los invencibles”, pero los leones superaron la eliminatoria en lo que supuso uno de los grandes hitos de la historia continental rojiblanca. Aunque con el paso de los años de aquella participación del Athletic en la Copa de Europa haya quedado como el episodio más rememorado el bautizado como “Partido de la nieve”, en el que los leones derrotaron al Manchester United en San Mamés por 5-3, lo cierto es que la eliminación del Honvéd supuso una hazaña de similar mérito.

No en vano, Bozsik, Kocsis, Czibor y Ferenc Puskas, futbolistas del Honvéd al que derrotó el Athletic, constituían la columna vertebral de aquel “Equipo de oro” que se coronó campeón olímpico en los Juegos de 1952 y que en 49 partidos consecutivos solo recibió una única derrota, eso sí, en la mencionada final del Campeonato del Mundo del 54 contra los alemanes. De entre los partidos de aquella Hungría extraordinaria, considerada la precursora del “fútbol total” que la Holanda de Cruyff y Neeskens encumbraría en la década de los 70, destacó sobremanera el internacionalmente reconocido como genuino “Match of the century”, el partido del siglo, disputado el 25 de noviembre de 1953 en el mítico Wembley, y que enfrentó ante más de 100.000 espectadores a Inglaterra y Hungría. “Los magiares mágicos” no habían perdido un solo partido en los tres últimos años, mientras que los ingleses, los inventores del fútbol, presumían de no haber caído derrotados jamás en Wembley frente a una selección no británica.

Sir Bobby Robson habló así de la selección húngara: “Vimos un sistema y un estilo de juego que no habíamos visto antes. Ninguno de los jugadores significaba nada especial para nosotros, ni siquiera Puskas. Pero aquel partido cambió nuestra forma de pensar. Creíamos que, jugando en Wembley, los venceríamos con facilidad, nosotros éramos los maestros y ellos los alumnos. Sucedió todo lo contrario.”

El partido acabó con victoria por 3-6 a favor del “Equipo de oro”. Para la media hora ya vapuleaban a los pross por 1-4, con dos goles de Puskas. Los movimientos tácticos de los centrocampistas y delanteros húngaros, sus continuos y novedosos cambios de posiciones, junto a la destreza técnica del conjunto, desarbolaron por completo a los anglosajones. Los ingleses clamaron venganza y en la revancha disputada en Budapest el 23 de mayo de 1954 quisieron taza y recibieron taza y media: 7-1 a favor de los húngaros. Bozsik, Kocsis, Czibor y Puskas, la columna vertebral del Honvéd, volvieron a ser clave en la nueva paliza y Kocsis y Puskas anotaron un doblete cada uno. El unánimemente considerado mejor futbolista húngaro de todos los tiempos, Ferenc Puskas, acabaría marcando 682 goles en 700 partidos oficiales; el mayor goleador del siglo XX. Así y todo, según testimonios de algunos de los propios leones que jugaron contra el equipo de “Los invencibles”, el futbolista que más les impresionó por su calidad y distinción fue Jozsef Bozsik, el mediocentro organizador y por el que pasaba todo el juego de los húngaros, tanto del club de Budapest como de la selección.

Que el Athletic Club consiguiera eliminar a este Honvéd, en aquel entonces el mejor equipo del mundo, supuso un logro fantástico, pero también es cierto que las circunstancias extradeportivas que rodearon aquella eliminatoria pudieron influir en el resultado final. Un acontecimiento histórico alteró el normal discurrir de la eliminatoria: el 22 de octubre de 1956 estalló la revolución anticomunista en Hungría y, pocos días más tarde, la URSS reaccionó y mandó a su ejército para que restaurara el poder soviético. La plantilla del Honvéd abandonó el país y el partido de ida previsto para el 7 de noviembre en tierras húngaras debió suspenderse y jugarse en primer lugar en San Mamés. El Athletic de Daucik, con Piru Gainza de capitán, venció por 3-2, con goles de Artetxe, Markaida y Arieta I. El gran Bozsik tuvo en frente a una dupla de centrocampistas inolvidable: Mauri y Maguregi. Carmelo, Orue, Garay, Canito y Merodio completaron aquel once memorable.

El partido de vuelta se disputó finalmente en Bruselas, en el estadio de Heysel, y los leones lograron un merecido empate que les dio el pase a la siguiente ronda, donde quedaron eliminados por el Manchester United. Hasta qué punto afectó a los jugadores del Honvéd la situación sociopolítica de su país en su rendimiento deportivo es algo que nunca sabremos a ciencia cierta. Sea como fuere, el Athletic Club dio la campanada y eliminó al hasta entonces todopoderoso club magiar.

Lamentablemente, tras la invasión soviética y la restitución del régimen comunista, el Honvéd entró en un declive imparable motivado, entre otras razones, por los fichajes de Kocsis y Czibor por el Barcelona, y de Puskas por el Real Madrid, a quien el Kremlin tachó de traidor a la patria. La mayoría de los futbolistas del Honvéd desertaron tras el partido disputado en San Mamés. Parte de la plantilla volvió a su país natal, pero algunos no regresaron a Hungría en vida. Sus familias huyeron como pudieron de la represión soviética para reunirse en el exilio. Puskas tenía casi 32 años cuando fichó por el Real Madrid y, lo que resultaba más llamativo, estaba orondo como un tonel, con hasta 18 kilos de sobrepeso. “¿Qué hago yo con este gordo?”, preguntó el entrenador del Madrid cuando Bernabéu se presentó en el campo de entrenamiento acompañado por el recién fichado Puskas. “Quitarle la barriga”, contestó el presidente blanco. En los siguientes años, el delantero zurdo magiar conquistó 3 Copas de Europa, 5 Ligas, 1 Copa, y marcó 242 goles, 4 de ellos en una final europea contra el Eintracht de Frankfurt. Puskas no regresó a Hungría hasta 1981, y sus restos descansan en la Basílica de Budapest junto a los de Kocsis. Los restos de su compañero de selección fueron repatriados a petición del gobierno húngaro en 2012, 33 años después de su muerte en Barcelona.

Feréncvaros

Tras el declive del Honvéd, los dos equipos que de alguna manera recogieron en la década de los 60 el testigo del fútbol húngaro fueron el Feréncvaros y el MTK de Budapest, aunque en ningún caso con el esplendor de los 50. El Feréncvaros quedó campeón de la Copa de Ferias de la temporada 1964/65, mientras que el MTK, ese mismo año, alcanzó la final de la Recopa de Europa, que perdió contra el Sporting Club de Portugal. El otrora llamado “Equipo de oro” redujo poco a poco su esplendor, aunque la selección magiar aún se clasificó para los Mundiales de 1958, 62 y 66 y para la Eurocopa de 1964, antes de entrar en su decadencia absoluta a partir de los 70, hasta el punto de desaparecer prácticamente del panorama internacional.

Como curiosidad, la tradicional ofrenda al busto de Pichichi la inauguró precisamente el MTK Budapest en su visita a San Mamés el primer día del año de 1927, en uno de aquellos partidos de Pascua de antaño. Pero aquel fue un encuentro amistoso, poco que ver con los enfrentamientos ante nuestro otro gran rival húngaro, el Feréncvaros.

De hecho, el Feréncvarosi Torna Club es el equipo que más veces ha eliminado al Athletic en competiciones europeas, tres veces, las mismas que la Juventus de Turín, aunque en una de esas ocasiones la Vechia Signora fue uno de los dos equipos clasificados de una liguilla europea, la de la Champions League de la temporada 1998/99, así que no se trató de una eliminación por enfrentamiento directo. Aunque de poco sirva el dato, lo cierto es que en aquella liguilla los leones empataron a cero en casa y a uno a domicilio, guarismos que habrían dado el pase a los rojiblancos en caso de eliminatoria directa.

El primero de los tres duelos contra el Feréncvaros aconteció en los cuartos de final de la Copa de Ferias de 1964/65, competición en la que el Athletic se estrenaba gracias a su Bienal de la Máquina-Herramienta. Con anterioridad, los leones habían dejado en el camino al OFK de Belgrado, al Amberes y al Dumfermline escocés. El Feréncvaros poco tenía que ver con el Honvéd invencible, aunque recién había ganado la liga de su país y justo entonces iniciaba sus años de gloria. Sea como fuere, en el fútbol ningún pronóstico vale si la suerte se cruza, y algo así debió de sucederle al Athletic en aquella eliminatoria que debió resolverse en un tercer partido de desempate, tras el 1-0 de Budapest y el 2-1 de Bilbao, donde cuentan las crónicas de entonces que el Athletic mereció la goleada. El sorteo deparó que el partido definitivo se disputara en el Nepstadion húngaro y los rojiblancos perdieron por 3-0. Posteriormente, el Feréncvaros saldría campeón, algo que ocurriría en otras cuatro ocasiones en las que el Athletic fue también eliminado por equipos vencedores: la Juventus y el Atlético de Madrid en finales, el Parma en octavos, y el Sevilla en cuartos.

Vascos y magiares se cruzaron de nuevo en la Copa de Ferias de la temporada 1967/68, en pleno cénit del club húngaro gracias, entre otras virtudes, al apogeo del “One Club Man” y Balón de Oro, Florian Albert. El delantero lideraba un equipo temible que eliminó a los rojiblancos después de una eliminatoria abierta y disputada que tuvo al Athletic clasificado en el minuto 67 del partido de vuelta. Betzuen había adelantado a los leones después del 2-1 de Budapest, pero el jarro de agua fría llegó de inmediato con el empate húngaro en el minuto siguiente. Aunque los pupilos de Piru Gainza lucharon hasta el final y emocionaron con su entrega a la afición, los magiares pasaron de ronda y llegaron hasta la final, donde cayeron frente al Leeds United inglés.

El tercer y último cruce frente al Feréncvaros sucedió 15 años más tarde, en la primera ronda de la UEFA de la campaña 1982/83 de tan grato recuerdo, con Clemente de entrenador dirigiendo a un próximo equipo campeón. Atrás habían quedado futbolistas míticos como Iribar y Rojo y el Athletic iniciaba una línea ascendente marcada por los nuevos talentos. El 2-1 de la ida en Budapest albergó esperanzas de clasificación, pero los leones no pudieron pasar del empate a pesar de adelantarse en el marcador. Los magiares caerían en la siguiente ronda frente al FC Zurich.

Fútbol moderno y sentido de pertenencia

Cuesta creer que equipos legendarios europeos como el Honvéd o el Feréncvaros puedan recuperar algún día su esplendor dada la deriva del fútbol moderno. Países decisivos en la historia del fútbol como Hungria, Austria, Suiza, o las antiguas Checoslovaquia o Yugoslavia, han quedado relegados del fútbol moderno y sus competiciones ligueras apenas cuentan con repercusión mediática, así que sus ingresos por derechos televisivos los condenan a la invisibilidad.

Según el último informe financiero publicado por Soccerex y elaborado por JF Sports Consulting, entre los 100 clubes más poderosos del mundo no hay ni un solo húngaro, austriaco, suizo, checo, eslovaco o de origen yugoslavo, aunque sí aparecen en la lista 18 equipos de la Premier League.

El fútbol ocupa un lugar importante en la existencia de personas de casi cualquier lugar del planeta, aunque en la actualidad ocurra de manera opuesta a tiempos pasados. Hoy en día mucha gente anima a equipos a los que solo puede ver por televisión, y demasiados clubes locales quedan menospreciados por las que deberían ser sus propias y genuinas aficiones.

La idea de que los niños de Budapest puedan ser del Chelsea o del Real Madrid antes que del Honvéd o el Feréncvaros resulta desconcertante para el futuro del fútbol entendido como deporte. Significa que el sentido de pertenencia, es decir, el vínculo que genera un hincha con respecto al equipo que anima, puede depender más del poder financiero o mediático de ese club, que de su mérito deportivo o de su procedencia común.